“la mirada es una experiencia no una percepción”
Por Felipe Andrés Criollo Córdoba
Comunicador social – Periodista
Docente Facultad de Educación
Universidad Mariana
Es interesante las concepciones de la educación para el siglo XXI que retoman lo fundamental de sus propósitos como el desarrollo humano, formar al hombre en todas sus dimensiones y eso no limita el trabajo pedagógico a lo cognoscitivo sino que transciende a las demás esferas en la complejidad de la condición humana. No basarse únicamente en el saber sino en la vida misma con aspectos como la convivencia, la trascendencia, la creatividad, la imaginación, la crítica, el arte, la contemplación, el encuentro… la sabiduría; se convierten en un reto para los docentes de cualquier área y todas las áreas.
Cuando se observan los objetivos del milenio, la educación juega un papel importante si logra resignificar en varios campos o áreas formativas que lo que nos hace más humanos es lo que realmente nos forma. Darle horizonte y sentido a la vida misma, diría la espiritualidad franciscana un saber para la vida. Que nos enseñe como integrar e integrarnos en lo que somos un todo en la diversidad, un ser con múltiples dimensiones y expresiones. Incluyéndonos a nosotros mismos y no separando, ni dividiéndonos por las diferencias e individualidades. De tal manera que esta formación sea un espacio abierto a otras realidades e individualidades, reconociendo su riqueza y valorando sus aportes. “Ama a tu prójimo como a ti mismo” diría el maestro Galileo, pero si no somos capaces de amarnos a nosotros mismos ni conocernos y reconocernos que se puede esperar en la relación con mi prójimo. De tal manera que terminamos rechazando el mundo de la vida que cambia constantemente y nosotros desde el aula nos vamos aislando mientras acontece. Contentándonos usualmente con un mínimo contextual interno y externo. Ahí está el cambio de actitud, de mentalidad y de espíritu que se necesita para impulsarnos desde la esencia hacia la transformación del entorno.
Relacionando esta introducción con el análisis del discurso visual amerita un llamado para que según nuestra creatividad profesoral y nuestra vocación busquemos las mil y un maneras de motivar, atraer, enseñar, a lo niños y niñas a leer y escribir desde su cotidianidad, desde su realidad, desde su vida e ir trascendiendo la mirada individual al contexto global con el fin de ganar criterios en las formas como leemos la realidad, los signos de los tiempos, los paisajes hermosos, agrestes, difíciles, contemplativos de la vida misma. Para recobrar nuestra sensibilidad muchas veces traicionada, herida y casi coartada por los grandes medios de comunicación y sus intereses de toda índole.
“Todo entra por los ojos”, anuncia el adagio popular, y se complementa con los demás sentidos. Nuestras percepciones y la forma en que vemos el mundo nos define como hombres o mujeres con unos rasgos particulares tanto personales como culturales. De allí la pregunta ¿qué tan sensible soy para percibir con mi mirada el mundo que me rodea y mi mundo interior? Si la docencia sigue trabajando con elementos abstractos y ajenos a la realidad circundante es difícil que se presente un aprendizaje significativo, es decir que tenga sentido para una aplicación real.
Más aún quienes formamos parte de una comunidad universitaria franciscana como es el caso de la Universidad Mariana el trabajar la experiencia de la mirada tiene un sentido espiritual por eso estamos invitados a:
“EDUCAR DESDE UN NUEVO SENTIDO FRANCISCANO DE LA MIRADA
Todos sabemos que la mirada juega un papel especialísimo en nuestras relaciones porque nos descubre y nos encubre, nos acerca y nos separa, nos hace amar y nos hace odiar.
Merino nos recuerda que “definitivamente cada uno es lo que mira y solo ve lo que le interesa” pues hay miradas que vivifican y otras que aniquilan; hay miradas posesivas y miradas donativas y por supuesto que hay miradas transparentes y miradas opacas.
Pero en nuestros procesos educativos hay mucha palabra y poca mirada, mucha retórica alejada de la mirada, pues no miramos la realidad, ni miramos las nuevas mentalidades, ni miramos las nuevas culturas, ante lo cual, nuestro lenguaje ha dejado de significar.
Para la educación franciscana mirar, no es descubrir colores, mirar es entablar relaciones porque los ojos son vehículos transmisores de una presencia pues la persona que se deja mirar, descubre la belleza de las relaciones interpersonales, porque en definitiva la mirada es una experiencia no una percepción”[1].
Todos los docentes al integrar: fotografía, gráficos, cómic, caricatura, esquemas; deben conocer tanto la parte técnica como la gramatica de la imagen para leerla formalmente, conceptualmente, cognitivamente y producir un discurso de lo que se visualiza. Sin olvidar la carga emocional, sensible, espiritual, experiencial, de sentidos y saberes que produce la mirada contemplativa de una imagen. Ese conjunto de saberes y experiencias previas es el que provoca, motiva y hace germinar las lecturas orales hasta producir narrativas que con creatividad y disciplina de trabajo resultan sorprendentemente en poesías, ensayos, artículos, historias, cuentos… inéditos.
Veamos… esa combinación de una razón bien cimentada y una experiencia visual con alta sensibilidad permite la apertura para ver, para leer lo que usualmente la mayoría pasa desapercibido. Entonces, podemos encontrar que al leer una imagen podemos hacerlo técnicamente observando los encuadres, la profundidad, la composición, el color y la luz; cada una de ellas contiene un significado en el lenguaje visual.
Podemos orientarnos por el camino de las ideas o los conceptos donde se pueden producir opiniones, es decir, frases u oraciones que califican con adjetivos a la imagen. Las opiniones pueden ser variadas, diferentes y subjetivas. En ese plano no hay discusión de ideas o conceptos sólo percepciones.
De una imagen se logra extraer, a su vez, hechos o datos que a partir de los signos de la imagen se pueden comprobar y verificar. Los hechos son lo que la imagen objetivamente presenta sin más.
Y para llegar a construir inferencias de una imagen necesitamos el conjunto de hechos, conocimientos y experiencias previas que permitan llegar a afirmaciones, contradicciones, refutaciones, comprobaciones, conclusiones que contextualmente se acercan a la verdad interpretativa de una realidad. Combinando lo anterior con la sensibilidad expresiva y emocional las imágenes que se nos presentan pueden convertirse en excelentes oportunidades para la creación, la imaginación, la poesía, el realismo mágico, las metáforas, la crítica social, la caricatura, las historias.
La lectura debe ser la experiencia más gratificante y no como decía algún estudiante: “desde que me obligaron a leer El Quijote empecé a odiar los libros gordos” Entonces el profesor de lenguaje está más que llamado a romper los esquemas pedagógicos tradicionales y aventurarse desde las nuevas concepciones de la enseñanza y el aprendizaje. El omnipresente discurso visual es una oportunidad para empezar a ganar la experiencia y apostarle al cambio de paradigma. Novedad que lleva a descubrir lo que siempre ha estado pero que el pasar demasiado rápido hace que perdamos la riqueza y profundidad que comunica.
“La foto no es una mero mancha para descansar la vista; es información pura y dura y con el tiempo, se convierten en íconos de una época. Lo que nos desconcierta de la foto del álbum colectivo, es decir, de la fotografía de prensa, es que, a diferencia del texto del periódico, que por lo general es pasivo en el sentido de que se limita a dejarse leer, la fotografía nos lee. Una vez que nos sentimos leídos es muy difícil no responder de algún modo a esa intromisión”[2]